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miércoles, 6 de agosto de 2014

El miedo a la muerte.


Desde tiempos remotos hasta los días actuales, el miedo a la muerte es aun rotulado como el origen y la evolución de todos los demás miedos. Según la Doctrina Espirita, esta es una energía que escogemos y usamos en nuestras realidades, como una energía poderosa, una reacción emocional y mental delante de lo desconocido, de la inseguridad ante el futuro.

La Doctrina esclarece aun que la desencarnación es la transferencia de un plano a otro, el retorno para la verdadera vida que proporciona la continuidad de la evolución moral e intelectual que todos precisamos alcanzar.
Según Amit Goswani, autor del libro “La física del alma”, la separación del alma y del cuerpo es un fenómeno natural que ha sido tema de discusiones, desde la antigüedad, en la ciencia y en las diversas religiones, sobre la continuidad de la vida después de la muerte, revelando que la muerte es parte de lo cotidiano humano y como tal debe ser encarada con seriedad y aceptación.
La psicología explica que el miedo provoca reacciones físicas como la tensión exagerada, la descarga de adrenalina y el pánico descontrolado.
 
Especialistas del área resaltan que el miedo no es innato a las personas y alcanza a todos en varios grados y diversidades como: miedo de la muerte; de la mala suerte; de ser asaltado; de perder el empleo; de ser acorralado y hasta de tener miedo.
 
-La falsa visión e información que tenemos de la muerte: Estamos acostumbrados a creer que existe un Cielo y un infierno y tornase aterradora la idea de que responderemos por los actos de la vida por medio de la condenación o del descanso eterno.
 
-El materialismo: Cuanto más nos aferramos a los bienes materiales, mas tememos a la muerte, pues sabemos que no podremos llevar riquezas para más allá del túmulo Como sucede la desunión del alma del cuerpo físico
 
Allan Kardec, Codificador de la Doctrina Espirita, esclarece que el estado del alma varía considerablemente según el género de muerte, pero, sobre todo, según la naturaleza de los hábitos que tuvo durante la vida.
 
-Muerte natural – La desunión se realiza gradualmente y sin sacudidas; frecuentemente, el mismo comienza antes que la vida se extinga.
 
-Muerte violenta por suplicio, suicidio o accidente – Los lazos se rompen bruscamente; el Espíritu, sorprendido por el imprevisto, queda como aturdido por el cambio que en él se realiza y no comprende su situación.
 
Allan Kardec, afirma que al constatar la carencia del cuerpo físico, sentimos un gran alivio y un inmenso bien estar.
En sus palabras “Las almas progresan intelectualmente y moralmente, después de la muerte, más o menos según su voluntad, y algunas progresan mucho, pero tienen necesidad de poner en práctica, durante la vida corporal, lo que adquirieron en ciencia y en moralidad. Aquellos que están estacionarios, retornan a una existencia análoga a la que dejaron; los que progresaron merecen una encarnación de un orden más elevado”
Kardec aun añade en la misma obra que el alma no solamente se reencuentra en el mundo de los Espíritus, los parientes y amigos, que le precedieron, mas también muchos otros que había conocido en otras vidas, generalmente, aquellos que por él tienen afinidad, lo reciben en su llegada al mundo espiritual y le auxilian en la liberación de los lazos terrestres.

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