Jesús hizo innúmeras cosas maravillosas, consideradas entonces milagros, entre las cuales curas, expulsión de Espíritus obsesores, multiplicar alimentos, caminar sobre las aguas y transformar agua en vino, siempre, sin embargo, con utilidad inmediata y nunca tan sólo para satisfacer la curiosidad de los que lo observaban.
Es verdad que tales hechos, llamados, por esa época, de señales (prueba de ligación con el poder supremo) hacían parte de su trayectoria, pero su superioridad se evidenciaba por el amor incondicional que dedicaba – y dedica – a la humanidad, bien como por su identificación con el Creador (“Yo y mi Padre somos uno” – Juan, 10: 30), expresa en su conocimiento y sumisión a la voluntad divina y en su alegría al realizarla (“Mi manjar es hacer la voluntad de aquel que me envió” – Juan, 4: 34).
Curas y comunicación con seres espirituales hacen parte de la crónica de todos los pueblos, pasando, con el desenvolvimiento de la ciencia, a ser objeto de observación y estudio, no tan amplios, es verdad, como los que ocurren en otras áreas del conocimiento. La Doctrina Espiritista, por las informaciones que contiene, permite explicarlas racionalmente, retirándoles la designación de hechos sobrenaturales, mostrando, también, que, por si mismos, no atestan la superioridad moral de los que se asocian, la cual se evidencia de otra forma. Es interesante recordar que cuando comenzó a crecer el movimiento en torno de Jesús y su mensaje, y Juan Bautista – que se declaraba el precursor encargado de anunciar la llegada del Mesías – envió sus discípulos para indagarle si era realmente el Cristo, él no dijo “Yo soy”, como cualquier impostor diría, ni les habló de prodigios o cosas maravillosas, y responde simplemente: “Id a decirle a Juan: los ciegos ven, los enfermos son curados, los sordos oyen, el Evangelio es anunciado a los pobres”. Era lo mismo que enunciar: reconózcanme por mis obras, como se reconoce al árbol por los frutos.
Es, igualmente, por medio del bien que el Espiritismo proporciona que prueba su misión providencial. Cura males físicos a través de la bioenergía y del agua fluidificada. Pero cura, sobre todo, males morales, libertando de la duda, la incomprensión, y el desespero a los que asimilan sus enseñanzas. Son estos los verdaderos prodigios que el realiza.
Desde la antigüedad, la mayoría de las personas va a los templos para rogar por la solución de sus problemas o pedir a Dios que ellos no surjan en sus vidas. La Doctrina Espiritista modifica esa forma de encarar la religión, pues muestra que los problemas son parte de nuestro proceso evolutivo, esclareciendo, también, que nunca estarán más allá de nuestras posibilidades y que podemos, siempre, pedir al Padre fuerzas y discernimiento para solucionarlos. Fenómenos, por más poco comunes, no bastan para cimentar convicciones sólidas. Y es por eso que la divulgación del Espiritismo se basa, principalmente, en el apelo a la razón, así como a los valores morales que él ofrece.
“El Génesis” (capítulo 15, items 26 a 28).
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